Anoche decidí hacer un ejercicio para trabajar el dolor.
No me he sentido particularmente mal en estos días, creo que he asumido que hasta el día de la próxima cita no hay nada que hacer. Ni siquiera ese día podré hacer algo… Mis doctoras serán quienes den el pistoletazo de salida para mi transferencia. Así que he decidido tomármelo con calma y de verdad que ha funcionado. (no se por cuanto tiempo)
Así que aprovechando que no tenía ganas de llorar de desesperación, de rabia, de frustración, decidí aceptar mi dolor. Ese dolor que aunque estemos serenas siempre se lleva dentro. Ese dolor que se ducha con nosotras, nos acompaña a toda partes y duerme con nosotras. Al final es nuestro compañero de cada día quien sabe por cuanto tiempo….
Llevar este dolor, no significa que no podamos reírnos y disfrutar de otras cosas, es por ello que es un compañero silencioso a veces y ruidoso otras veces.
Es ese dolor el que nos recuerda nuestro profundo deseo de ser madres, el que nos recuerda que aunque tengas otras bendiciones en tu vida, hay un espacio vacío, echas de menos tanto a ese alguien que no está. Siempre lo digo y lo repito, creo que quien no ha pasado por esto no puede ni de cerca comprender lo que significa extrañar a alguien que nunca se ha ido, pero que aún no ha llegado.
Así que decidi no pensar en el dolor como eso que odio sentir, quise pensar que es el quien muchas veces me ayuda a querer levantarme tras un negativo o una mala noticia. Es el quien me recuerda cada día lo importante de no darme por vencida porque quien sabe si la siguiente vez lo conseguimos.
Así que como estaba sola en casa, me puse una música relajante, me tumbe sobre mi almohada con olor a lavanda y deje que el dolor se manifestará, lo deje entrar y recorrerme todo el cuerpo. Deje que me doliera el corazón… y lloré…lloré…lloré. Pero esta vez no era rabia, no era frustración, no me preguntaba por que yo?
Esta vez simplemente era eso un dolor puro, un dolor cargado de amor profundo. Lo acepté, le di permiso a existir. No le odié, no le rechacé… Le deje ser…
Y que alivio!! Aun esta mañana me duele un poco el pecho, pero sentí que con ese río de lágrimas me daba permiso a mi misma a sentir esa añoranza, ese amor por mis hijos, ese anhelo…
Queridas compañeras, les invito a hacer este ejercicio. A mi me ha hecho mucho bien. Ojalá si alguna lo hace también le ayude.
Recordemonos cada día que somos seres humanos y que lo que estamos pasando es muy fuerte emocionalmente. No seamos tan exigentes con nosotras mismas. Intentemos que este camino no sea solo de sufrimiento sino también nos deje algún aprendizaje.
Feliz día,
Qué bonita esta entrada y qué útil lo que explicas :D
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